jueves, 23 de enero de 2020

Hablemos de sexo...

El sexo y la sexualidad humana son algunos de los temas más amplios, extensos y recurrentes que podemos encontrar en nuestro día a día y, sin embargo y de forma paradójica, siguen constituyendo un tema tabú que no se aborda con naturalidad y que, quizás por ello, sigue viéndose rodeado de polémica, falsos mitos, etc. 

El enfoque es muy diferente según la sociedad de la que hablemos y por suerte, en nuestro entorno al menos, los aspectos que giran en torno a la sexualidad han quedado bastante desvinculados de connotaciones religiosas o morales, de normas impuestas sobre lo adecuado o no de hacer esto o no hacer esto otro o según del momento que se trate.


Diferenciando entre realidad y ficción 
El resultado es que disfrutamos de mayor grado de libertad, y esto es sin duda positivo, aunque esta libertad también ha traído aparejados nuevos retos o consecuencias a nivel psicosocial, que influyen de lleno en el individuo. Un ejemplo lo constituye la mercantilización de la sexualidad humana (utilización de la misma con fines comerciales) y es que de hecho, hay referencias al sexo por todas partes: literatura, cine, series, publicidad…y es que es un tema que vende y mucho y que en la sociedad pasa a convertirse en un objetivo vital de excesiva importancia.
El problema se genera cuando se ofrece una imagen modificada por el marketing y alejada de la realidad y que representa cánones poco comunes. Parece que la vivencia de la sexualidad queda reservada para personas con cuerpos perfectos y que tener una vida sexual activa y el triunfo son dos conceptos que necesariamente van de la mano. Esto genera unas expectativas irreales  y presiones sociales que cristalizan en la adquisición de complejos, ansiedad y en la frustración del individuo derivando esto en disfunciones y trastornos sexuales de diverso tipo. Y es que resulta común encontrarse ante, por poner algunos ejemplos, la vergüenza y ansiedad que siente un adolescente o un joven por ser virgen o incluso cualquier adulto por no tener la frecuencia de encuentros sexuales que “debiera”, o la ansiedad de una persona por cumplir las expectativas sexuales de su pareja o que cree que esta pueda tener.

Algunas tareas pendientes
Por otro lado, hay aspectos que no han avanzado al mismo ritmo de la “libertad” de la que hablábamos, persistiendo así por ejemplo unos roles de género en cuanto a lo que es una conducta “normal” y por ello “adecuada” y socialmente aceptada en el hombre y en la mujer (recibiendo la mujer la peor parte, lo que se traduce en “menor libertad”); otros ejemplos serían la falta de sensibilidad hacia diferentes orientaciones e identidades sexuales o el problema que sigue suponiendo para muchos padres el hablar de sexualidad con sus hijos (se visualiza la sexualidad como algo incómodo y se tiende a ignorar, resultando esto en déficits de educación sexual).

Pero, ¿qué es la sexualidad humana?
La sexualidad humana se define como la capacidad de sentir experiencias eróticas y de responder a ellas; representa el conjunto de comportamientos que conciernen la satisfacción de la necesidad y el deseo sexual.
Los seres humanos no solo utilizamos la excitación sexual con fines reproductivos, sino que también es una forma de desarrollar la afectividad y la conciencia de personalidad mediante el goce y el placer tanto propio como de otros. La sexualidad es así algo natural, una dimensión constitutiva del ser humano, algo inherente y de esta forma hay que abordarla.
Una de sus formas de expresión la constituye el sexo (o práctica de relaciones sexuales), la cual ya en 1943 se consideró como una necesidad básica o fisiológica en la archiconocida pirámide de Maslow.

Y es que el sexo se relaciona con muchas otras necesidades emocionales y de ahí que el deseo sexual esté conectado con aspectos tales como el vínculo, la confianza, la pasión, la autoestima, el autoconocimiento, la educación sexual recibida, experiencias traumáticas, etc. Por ello, si hay dificultad en la consecución del disfrute en las relaciones sexuales, es posible que existan otros problemas asociados.

En este sentido, es importante cambiar la concepción que tenemos del sexo, dejar de verlo como una obligación (objetivos a conseguir) o como un tabú (por ejemplo para hablar de la presencia de un posible problema) y abordarlo en términos de salud. 


Los efectos beneficiosos
Cuidar nuestra “salud sexual” y disfrutar del placer sexual como un aspecto más que forma parte de nosotros repercutirá de forma positiva en nuestro bienestar físico y emocional; entre los beneficios que esto aporta se encuentran:
ü Cuando tienes un orgasmo tu cuerpo libera endorfinas, que son hormonas que bloquean el dolor y hacen que te sientas bien.ü Mejor sueño.ü Mejora de la autoestima.ü Menor estrés y tensión, lo que de forma indirecta se traduce en un mejor estado físico (el estrés sostenido debilita por ejemplo nuestro sistema inmunológico).

La importancia de practicar “sexo seguro”
Tener una vida sexual sana implica cuidar de uno mismo y de los demás y aquí, la educación juega un papel fundamental y es uno de los aspectos que hemos de seguir mejorando.
                                      

Como mencionábamos antes, hablar de sexo sigue constituyendo una barrera que se interpone entre muchos padres y sus hijos. La clave para abordar este tema es buscar una forma amena y divertida de hacerlo, pero al mismo tiempo seria y rigurosa. La educación sexual no puede ser tabú, ya que esto desemboca en un primer contacto con la realidad del sexo por parte de los menores (y a edades muy tempranas) a través de vías tan poco recomendables como lo es el porno.

Una de las preguntas que se formulan muchos padres y que se plantea en la sociedad en general es saber cuál es la edad “adecuada” de inicio para la práctica de relaciones sexuales. La respuesta reside, más que en una cifra de edad concreta, en comprender y saber transmitir que lo ideal es que se llegue a ese momento cuando la persona se sienta preparada psicológicamente y que todas las partes lo interpreten como un acto de responsabilidad y libertad.

Esta responsabilidad se traduce en la práctica de sexo seguro, el cual incluye entre sus medidas:
- Prevenir la transmisión de ETS o embarazos no deseados (el preservativo es el método de elección).
- Hacerse pruebas de enfermedades de transmisión sexual (ETS) con cierta periodicidad en caso de tener múltiples parejas sexuales.  
- Consultar con el médico ante cualquier tipo de síntoma o problema.

Y no olvides algo fundamental
Para disfrutar de una vida sexual sana, no hay que perder de vista los siguientes consejos:
Sentirte bien con tu cuerpo, disfrutar del placer sexual, saber qué deseas y qué no y poder comunicarlo (tu pareja debe respetar tus límites, y tú debes respetar los suyos) y aceptar tu orientación sexual y tu identidad de género, son factores clave en una vida sexual sana, plena y satisfactoria.